La crisis de suministro de gasolina y diésel en México ya propició que por primera vez en la historia de Guatemala este tipo de comercio ilegal invierta su flujo y que ahora fluya desde el territorio nacional al mexicano.
Durante una visita realizada por Prensa Libre a la franja fronteriza aledaña al puente Rodolfo Robles, ubicado en la población de Tecún Umán, municipio de Ayutla, San Marcos, habitantes del lugar afirmaron que han observado el paso de balsas que transportan combustibles de Guatemala hacia el vecino país del norte.
Fausto Velásquez, gerente de Ventas de Uno Pretrol Guatemala, concesionaria de Shell en el país, explicó que ante la escasez experimentada en México debido a los bloqueos de la población, podría ser que, en la frontera, pequeños comerciantes estén aprovechando la situación y obteniendo algún beneficio económico, aunque no se ha percibido un aumento desmedido de la demanda en las gasolineras ubicadas en esa región fronteriza.
El ejecutivo descartó que se vaya a experimentar un “fuerte” contrabando hacia ese país, porque los precios en ambos mercados son muy similares y no existe incentivo para el trasiego.
Mientras tanto, el contrabando hormiga continúa a través del río y el de mayor cuantía y volumen pasa por los diversos pasos ciegos por donde transitan desde pequeños camiones o picops hasta vehículos pesados.
Comercio por agua
Se calcula que en Tecún Umán trabajan unos mil balseros que prestan el servicio de traslado de pasajeros y mercaderías entre ambas orillas del río Suchiate, que en esta época es posible atravesar a pie, pues el caudal apenas alcanza de 30 a 50 centímetros de profundidad.
Leche en polvo, cholates, cerveza, azúcar, bebidas carbonatadas, arroz, papel higiénico, aceite y huevos son algunos de un largo listado de productos que cruzan desde el lado mexicano al guatemalteco, llevados por balseros que tienen años en el oficio.
A unos cientos de metros es posible observar el trasiego de cemento, que es cargado a pequeños camiones del lado nacional.
Dicen vecinos del lugar que río abajo se efectúa el paso de cerdos y pollo.
Tomás Zaldívar (nombre supuesto), migrante salvadoreño de 43 años de edad que en el último cuarto de siglo ha trabajado como balsero, relata que la tarea es dura, pues se debe tener práctica para maniobrar las grandes balsas cargadas con productos y personas, además de estar expuesto al Sol o a la lluvia durante largas jornadas de trabajo.
Zaldívar refiere que junto a sus compañeros trabajan por turnos rotativos de 24 horas.
En un día malo, asegura que logra un mínimo de Q50 de ganancia; sin embargo, al observar el tránsito de mercancías y personas es fácil deducir que lo obtenido por día rebasa con creces esa cantidad.
Por pasaje cobran entre Q5 y Q10, mientras que el valor de la carga varía según el volumen y varía entre Q30 y Q100. Las balsas también ofrecen la opción de trasladar motos o electrodomésticos, como refrigeradoras.
El problema del contrabando no es nuevo, aunque lo que asombra a analistas es que ni autoridades mexicanas ni guatemaltecas toman acciones para erradicarlo y se lleva a cabo a plena luz del día.
Ejecutivos de Cámara de Industria de Guaremala (CIG) calculan que en el 2016 los impuestos dejados de percibir por ese trasiego ilegal alcanzó Q16 mil millones.
Javier Zepeda, director ejecutivo de Cámara de Industria de Guatemala -CIG-, señaló que por lo menos hay 133 cruces informales donde pasa contrabando, de los que 54 están en la frontera con México, 29 con El Salvador, 22 con Honduras y ocho con Belice.
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